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El Médico Perpetuo

Por Teresa Martínez




El Centenario del Dr. Luis J.Vázquez


Mi padre nació en Cuba en 1923 y cumple 100 a ños de edad el 14 de mayo del 2023. Su historia es un ejemplo de tenacidad, perseverancia, fe y confianza en que q uerer es poder.


De pequeño, no le gustaba asistir a la escuela; se escapaba y se escondía para no tener que regresar. Simplemente, se aburría. Uno de esos días, escondido en su propia casa, presenció la visita del doctor de su mamá. Ella pronto mejoró y Luis decidió que él también sería médico.


-“¡Cómo vas a ser médico si no te gusta ir a la escuela!”, le decían sus hermanos. - “No lo sé, pero yo seré médico”.


Lo que sí le gustaba era leer. En secreto, estudiaba los libros de su hermana mayor y le parecían fascinantes. Al empezar el cuarto grado, le suplicó a su maestra que lo examinara, él ya se sabía la materia y no se quería aburrir. Luis pasó del tercer al sexto grado.

Era muy buen estudiante, pero su vista no le acompañaba. Sufría de un raro problema ocular y a menudo tenían que cambiarle la graduación de sus lentes. Muchas veces, su madre le tenía que ayudar a estudiar, leyendo sus libros en voz alta. Sus padres lo llevaron a los mejores oftalmólogos de la isla. Todos decían lo mismo, su vista no le permitiría estudiar medicina, debía escoger un oficio donde no tuviera que leer mucho.


-“Ya oíste lo que dicen los médicos. ¿A qué te vas a dedicar?” le preguntó su padre.


- “Eso es solo la opinión de ellos. Yo seré médico”, reafirmó.


Se matriculó en la Universidad de la Habana e insistió en que sus hermanos, incluso los mayores, se fueran a estudiar con él. Allí un oftalmólogo descubrió que su problema visual era, en parte, muscular y que podría mejorar añadiendo prisma a sus lentes.


El 30 de julio de 1951 obtuvo el título de Doctor en Medicina de la Universidad de La Habana. Se casó con María Teresa García y juntos abrieron su consultorio pediátrico al lado de su casa. Fue reconocido como gran especialista en diagnósticos y a su oficina venían familias de todas partes de la isla.

Yo nací en 1954 y mi hermana Lourdes en 1960, ambas rodeadas de doctores y enfermeras que admiraban a nuestro padre. Los abuelos, tíos y primos vivían en la misma cuadra. La familia tenía diversos negocios y nuestra vida era feliz y próspera.


Todo cambió radicalmente en enero de 1959 con el triunfo de la revolución comunista de Fidel Castro. De 1960 a 1968 se pusieron en marcha varios procesos nacionalizadores que terminaron con la intervención de la propiedad privada en la isla. En un día, nuestra familia lo perdió todo. Como si fuera poco, mi padre comenzó a padecer de problemas cardíacos, lo que lo llevó a una operación de corazón abierto.


Al igual que la mayoría de los profesionales, solicitó permiso para emigrar a Estados Unidos. Como castigo por haberse negado a trabajar para el gobierno de Castro, la familia tuvo que esperar 8 años para salir de Cuba. Mientras tanto, el Dr. Vázquez veía a sus clientes clandestinamente. En agradecimiento, uno de ellos por fin lo ayudó a obtener la salida.


El 5 de abril de 1970, llegamos a Miami, solo traíamos lo que nadie nos podía quitar, fe en Dios, perseverancia y educación.

A los casi cincuenta años de edad, mis padres tuvieron que empezar de cero. Mamá comenzó a trabajar en una factoría y mi padre ayudando en una clínica. De inmediato, él comenzó a estudiar para revalidar su título y pasar los exámenes para practicar medicina en los Estados Unidos; esta vez en inglés.


Con mucho esfuerzo y sacrificio, el doctor Luis J. Vázquez abrió su consultorio en 555 W. Main Street, Bartow, Florida en 1972. Allí tuvo gran éxito por más de dos décadas, como pediatra y médico de cabecera. Al igual que en Cuba, nunca le negó tratamiento a un paciente por causas financieras, incluso recuerdo que a algunos, hasta le compraba la medicina.

Trabajó con orgullo para el gobierno del Condado de Polk como Director Médico del ROHR Home, un centro de ancianos. Se jubiló dos veces, la última vez con más de 80 años. Hoy por hoy, el médico perpetuo confiesa que si no fuera por su condición cardíaca, falta de audición y de vista, él seguiría practicando medicina.


Una de sus más valiosas enseñanzas: “Querer, es poder”.

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